domingo, 19 de agosto de 2012

Circular en Ansó. Cubilar de Chiquín-Cubilar de Atanasio

El 12 de Agosto decidimos ir con Elia a conocer otros rincones del valle. No era la primera vez que subía por el Cerro Cabañera, pero en la ocasión anterior volvimos por el Solano Las Tablas y el Barranco Piero. Esta vez, el día era caluroso e invitaba a seguir por la sombra en lugar de salir al solano. Partimos del aparcamiento de la Borda Chiquín, y rápidamente nos ponemos en marcha después de ajustarnos las botas.



Elia localiza una manzanera repleta de manzanas, aún están verdes, pero asegura recordar el lugar para venir a cogerlas cuando estén maduras. Por ahora las dejamos y continuamos con el paseo.






La subida no deja de ser entretenida, por el suelo nos encontramos con numerosos brotes de muchas especies vegetales. Concretamente, en un pequeño rincón de apenas medio metro cuadrado, observamos pequeñas planas de cardonera, pino, chaparro, haya, arce, serbal y boj. Esto da una idea de la gozada que es dar un paseo por los espectaculares bosques del valle, en cuanto a riqueza forestal y paisajística se refiere.






Al llegar al alto, le cuento que hace dos años, entonces tenía tres, ya estuvo en este lugar merendando con su amigo Martín. En aquella ocasión el día era más fresco y nos permitió bajar por el Solano Las Tablas. Seguro que su papá también agradeció el cierzo, ya que en aquel tiempo Martín todavía iba en la mochila y no se trataba de un niño precisamente ligero.
Elia no se acordaba de que era ese el sitio en el que merendamos, pero sí que recuerda el haber ido de excursión con su amigo Martín y sus papás. Quiso hacerse una foto en el lugar y continuamos la caminata, esta vez, por la sombra y en dirección  al Cubilar de Chiquín.




Antes de llegar al Cubilar de Chiquín, un ruido en la espesura del bosque alerta a Elia, se escuchan ruidos de ramas y hojas secas. Le comento que posiblemente sea un jabalí al que hemos sorprendido y al que no hemos visto. Ella me tranquiliza diciéndome que los jabalíes, como son más pequeños que nosotros, se asustan al vernos y huyen....





Aprovechamos la sombra del Cubilar de Chiquín para echar un bocado, mientras observamos la caseta hundida, y el musgo que envuelve las piedras de los muros.






En otro pequeño y precioso tramo de camino, aparecemos en la tasca que nos lleva al Cubilar de Atanasio. La hierba alta incordia un poco a Elia que no le gusta que las flores maduras de las gramíneas altas le peguen continuamente en la cara.




Otra caseta hundida, esta vez más pequeña, en el Cubilar de Atanasio, trozo de chocolate y para abajo por Berdoloquí y su selva.






La bajada es rápida hasta llegar al punto de partida. Pese a todo, hoy no nos da tiempo de ir al río a echar un baño porque el reloj ha avanzado bastante rápido y tenemos que llegar a casa a cenar. Otra tarde de disfrute por el monte que acaba, pero que da pie a seguir pensando en la próxima salida.