miércoles, 27 de marzo de 2013

Esquí de travesía en Ansó. La Mesa de los tres Reyes

El sábado pasado, como casi todos los días últimamente, había prevista una ventana matutina de buen tiempo. Como siempre que se puede, hay que aprovechar esos huecos de sol para hacer algo de actividad. Decidí dirigirme hacia la Mesa de los tres Reyes desde Linza. Aunque parezca extraño para un 23 de marzo, a poco más de 1300 metros y por solana, hay una capa de nieve espectacular.


 
Arranco con sol y temperatura más que agradable. La nieve está dura como corresponde a una mañana despejada de primavera. La tormenta de la noche anterior en Ansó se deja notar en forma de nieve hacia los 1700 metros, quizá un poco antes, lo que me permite subir la mitad del trayecto con nieve polvo, todo un lujo.

 
 
 
Cruzada la hoya de la Solana, cojo la orientación Este que ya no dejaré hasta la punta. Por esta zona agradezco cuando alguna de las nubes que vienen del sur tapan el sol, ya que éste aprieta con fuerza.
 
 
 
 
Conforme avanzo hacia la punta, voy obteniendo mejores vistas de Petrachema, el Mallo, La Paquiza, ...
 
 
 
 
Cuando alcanzo la base de la cornisa, decido quitarme los esquís y calzarme los crampones para remontarla y llegar al collado. Más tarde me dí cuenta que podía haber llegado con los esquís hasta el collado pero ante la duda ..., y más, viendo un buen paso para hacerlo.
 


 
 

 
Al remontar la cornisa paro, y como puedo, hecho una foto hacia Budoguía. Hasta ahora había pasado desapercibido pero desde ese punto adquiere un protagonismo nuevo. Dejo los esquís en el collado y remonto la arista cimera sin parar de echar fotos a todos los lados.

 
 
 
Al llegar a la cima veo que todo es blanco, excepto el santo que ya empieza a sacar la nariz después de todo el invierno. Como voy solo y él es el único que me encuentro por la zona, nos hacemos la rutinaria foto de cima.
 
 
 
 
Las nubes se van engordando cada vez más. Decido bajar hasta el collado sin pérdida de tiempo y calzarme los esquís. En muy poco tiempo, la nieve ha sufrido un cambio terrible. Tanto es así que un poco antes de llegar a la hoya de la Solana veo como una de las laderas se escurre, quitando de mi cabeza la idea inicial de bajar por la Paquiza, ya que tiene la misma orientación, misma cota y quizá más pendiente.
 

 
 
 
Cruzando la Solana y ya descartada la bajada de la Paquiza, las nubes se engordan más, como si me fuera a pillar un buen chaparrón. Al final me respetan e incluso el tiempo, pasado el mediodía, aguanta más de lo previsto. Pero por si acaso ya había bajado como una "furrumbia" al resguardo del refugio de Linza.
 
 
 
Me tomo unas cervezas con Beni y Ana y les cuento como ha ido el día. Después, rápido para casa que toca trabajo.
 

 
 
 

 
 

viernes, 22 de marzo de 2013

La Paquiza de Linzola con esquís. Se queda en intento

El sábado 16, se esperaba una mañana que permitiera hacer algo de actividad mientras se acercaba hacia la tarde un frente por el sur. Esta vez las previsiones fallaron en cuanto a la llegada del frente. A primera hora de la mañana ya estaba llegando y con Peyo y Javi partimos de Linza entre viento y "bolismas" de nieve.

 
 
Muchos fuimos los que salimos aquella mañana pensando que aquello que veíamos y notábamos no era nada más que un amago y que la mañana aguantaría hasta la llegada del verdadero frente. Con éstas y el forro bien abrochado nos las prometíamos felices.
 
 
 
 
Algún claro nos mantenía con ganas de seguir, a pesar de ver a gente que con tabla retrocedía en la Foya de Petrachema en busca de las laderas del Sobrante de Linza.
 
 
 
 
En principio, nuestra intención era ir a la Paquiza de Linzola para esquiar sus laderas norte de pendientes más suaves que sus sures. El día anterior había sido frío y había indicios de que la ladera sur, muy cargada de nieve por los vientos de los días previos, no había transformado lo suficiente. Para ello teníamos que llegar al collado de Linza y hacia allí nos dirigíamos sin quitarnos nada de ropa.
 


 
 
No parábamos de mirar hacia todos los lados, los claros de sol cada vez eran más cortos y el frente se iba imponiendo con fuerza desde el sur conforme pasaba la mañana.
 
 
 

Al llegar al collado de Linza empezó a nevar, el viento aumentó y se cerró de forma que la visibilidad disminuyó hasta el punto de provocarnos caídas divertidas entre los ventisqueros invisibles de la Hoya de la Solana.
 
 
 
 
La situación se ponía cada vez más complicada y cuando íbamos a remontar por las laderas hacia la Paquiza, en vista del panorama y sin dejar de reírnos, decidimos bajar por el primer collado que vimos hacia la Foya de Petrachema no sin antes hacernos una foto como si hubiésemos llegado hasta arriba.
 
 
 
Después de unos tramos de bajada de supervivencia, en los que nos encontramos nieve de casi todos los tipos, eso sí, predominando la costra, encontramos un buen tramo de nieve compactada por el viento que nos llevó hasta la Foya de los Ingenieros. Allí, al abrigo de las hayas y disfrutando de la nieve pisada de la pista de fondo llegamos al Refugio de Linza.
 
 

 

 

Una mañana sin cumplir con los objetivos, pero que hay que pasarla por el monte como mejor se puede. En eso sí que podemos considerarnos expertos, a juzgar por el dolor de tripas producido por las risas mantenidas durante buena parte de la jornada.

martes, 19 de marzo de 2013

Esquí de travesía en Ansó. Ezcaurri por la borda Abau.

Para el viernes 15 se esperaba una ventana de buen tiempo y no era cuestión de desperdiciarla. Pablo y yo nos pusimos en marcha y decidimos ir a la Peña Ezcaurri por su cara sur.

 
 
Subimos con el coche hasta la Borda Abau y otra vez partimos desde los 1000 metros con una nieve polvo alucinante.
 
 
 
La mañana era fresca y en las alturas aún se veía volar la nieve por efecto del viento, lo que aseguraba el frío para cuando llegáramos.
 

 

 
La nieve y viento ha acumulado mucha nieve en las canales de piedra que bajan al ibón. Hoy era el primer día de sol después de varios días de viento y nieve y no nos atrevimos a subir por ninguna de ellas. Por ello, dimos un rodeo cruzando el pequeño ibón de Ezcaurri para ir en busca del lomo y ascender a la punta de forma más suave.
 
 
 

El fuerte viento había pelado el cerro y teníamos que ir buscando lenguas de nieve para progresar en el ascenso. Muchas veces había que sortear piedras para buscar otra de las lenguas que nos permitiera avanzar.
 
 
 

 
La subida por todo el lomo nos permitía tener unas vistas impresionantes de toda la zona. De igual manera, el viento aumentaba a la vez que acumulábamos pasos en nuestro ascenso y la nieve disminuía en nuestro recorrido.
 



 
Llegó un punto que, la falta de nieve robada por el viento, hizo que nos tuviésemos que quitar los esquís y seguir a pie con la cima ya a la vista. Clavamos los esquís en una cornisa y nos pusimos a caminar.
 
 
 
 
Nada más empezar a andar, los dos, casi a la vez, nos hundimos en la nieve de forma sorprendente. Pablo sale después de un par de empentones, pero a mí me cuesta un poco más. Mi pierna derecha estaba totalmente metida en la nieve y lo peor de todo es que mi pie no llegaba al suelo para poder apoyarme y salir, ...¡huy, que sensación más rara! . Cuando fui a apoyarme con las manos para salir del agujero, el brazo izquierdo se hundió de la misma forma complicando la situación. Al final, arrastrándome sobre la nieve y muy poco a poco salí a flote como una culebra. A partir de ahí, a mirar donde se ponen los pies con atención.
 

 


Antes de llegar a la punta tuvimos que parar para ponernos algo más de ropa ya que el viento era realmente helador. Una vez bien tapados, nos acercamos con mucho respeto a la cornisa, para ver el circo de Tresveral, que si todo va mas o menos normal, este año nos permitirá bajarlo.

 
 
Al bajar, miramos desde el cerro para ver si nos dan confianza las palas más directas, pero finalmente optamos por realizar la bajada por donde hemos subido. Eso nos lleva a volver a hacer el mismo rodeo que en el ascenso.
 
 
No perdimos nada de tiempo ya que Pablo tenía que irse de viaje y esto hizo que pudiéramos llegar a casa a comer con muy buena hora. El día iba mejorando por momentos y yo, después de comerme un buen plato de garbanzos con bacalao me subí a a Las Eras y decidí marcar la huella del circuito de raquetas con los esquís. La orientación del circuito había mantenido la nieve polvo como si hubiera estado conservada en una nevera. El disfrute fue máximo tanto en la subida como en la bajada, para muestra, un botón...