miércoles, 30 de julio de 2014

Acampada en Zuriza. Ansó

El sábado pasado Elia pudo por fin cumplir uno de sus objetivos más deseados. Dormir en Zuriza en una tienda de campaña. Por la mañana preparamos todo: sacos, tienda, comida, ropa,... "¡Cuántas cosas para una sola noche!", decía.
Poco antes del mediodía nos pusimos rumbo a Zuriza con la intención de plantar la tienda antes de comer. Había muchas preguntas que responder: "¿cómo es la tienda?", "¿de qué color?", "¿cómo se monta?", "¿y si llueve donde comeremos y cenaremos?", ..., en fin, que desde que el día anterior le insinué que cabía la posibilidad de subir al Camping de Zuriza, Elia era todo un manojo de nervios.


Por fin y poco a poco ella misma fue dando respuesta a todas sus preguntas. Me ayudó a plantar la tienda, preparó la mesa para comer, y lo que nunca hace, se preparó para echar una siesta dentro de la tienda, con saco y todo, mientras yo me tomaba un café.

Por la tarde decidimos dar un paseo por Linza. Ella recordaba su paseo por el Barcal de Linza y la Foya Manaté y sobre todo el denominado Refugio de Lacherito . De eso hacía ya tres años, "y no habíamos vuelto".



Después de hacérsele muy corto hasta el refugio, ("esto no es una excursión, ni siquiera de las cortas, sólo es un paseo"), decidimos continuar el recorrido hasta la Foya Manaté para ver si nos encontrábamos el lirio albino que vimos la otra vez, pero no hubo suerte, "¡igual es que no se ha abierto aún, tendremos que volver otro día!". A cambio nos topamos con una digital que ya reconoce perfectamente después de asistir a la proyección de plantas tóxicas en las Jornadas de Medicina Natural de este año.



Después de tomar un buen colacao en el Refugio de Linza con Ana y Beni nos bajamos a Zuriza. Elia volvió a ayudarme a preparar la cena y toda su obsesión era que llegara el momento del paseo nocturno prometido y después dormir en la tienda con su "saco de ranita" como ella dice.
El paseo nocturno fue toda una experiencia. Caminar por la oscuridad en una noche sin luna por Zuriza era algo que también a mi me apetecía y me traía muy buenos y abundantes recuerdos. Elia descubrió lo que eran las luciérnagas de verdad ya que hasta ahora solo las había visto en los dibujos de la tele, además de darle un buen tute a la linterna que llevaba. Volvía a ser un manojo de nervios ante la llegada del momento de dormir en la tienda y no paraba de hablar.

Elia recorrió toda la superficie de la tienda mientras dormía, eso si, sin salirse del saco y solamente despertarse cuando se hacía algún que otro nudo con el saco o tropezaba conmigo o contra la pared de la tienda, seguramente fruto de los nervios acumulados en las últimas horas. Nos levantamos sin madrugar mucho. Después de desayunar nos pusimos las botas y nos fuimos a hacer una excursión "de las cortas".



Por la abundante hierba mojada nos dirigimos hacia el cubilar de Pinaré. El día era muy bueno y al sol hacía calor. La subida a Pinaré resultó cómoda por la sombra que proporcionaba el bosque.




Tras salir del bosque, la abundante hierba que había en el cubilar de Pinaré dificultaba el avance de Elia y no me extraña, porque hasta yo notaba la dificultad. "¡Papá es que tendría que pesar más para chafar la hierba!", decía acertadamente.




Decidimos rodear el cerro de Pinaré para tomar la bajada del circuito de raquetas de Las Eras y así aprovechar el aire reinante en dicho cerro y evitar así el calor hasta meternos de nuevo en el bosque.



La bajada la hicimos rápido ya que se impusieron las carreras a los entretenimientos habituales, palos, escarabajos, flores, babosas, ... y hasta setas.



Solo quedaba recorrer la carretera hasta el Camping. Elia se enfadó un poco conmigo y me dijo que fuera la última vez que le llevara a una excursión en la que hubiera que ir por la carretera. Mientras, ella intentaba por todos los medios no pisar el asfalto, aunque fuera caminando por la cuneta. Los últimos metros los pasó entretenida descubriendo sorprendida como se movía la flecha del GPS mientras avanzábamos.





Después de comer estupendamente en el Camping, desmontamos la tienda y recogimos todo para disfrutar de un merecido chapuzón en el pozo de Zuriza y terminamos el fin de semana por todo lo alto cogiendo "zapillones" como no podía ser de otra manera.





lunes, 21 de julio de 2014

Ansó-Cerro Calveira-Ansó en BTT

Ayer domingo encontré un hueco en la mañana para hacer algo. Me acordé de que habían abierto una pista hasta el cerro de Calveira y pensé que era una buena oportunidad para probarla ya que la cabecera del valle se encontraba cubierta y con cierzo.



Arranqué por la carretera de Fago en dirección a Puyeta hacia el mediodía después del primer imprevisto. Justo cuando iba a salír de casa, al coger la bici me dí cuenta de que la rueda delantera estaba pinchada. No me eché para atrás, cambié la cámara echando mixtos e inicié la ruta.
Pronto llegué al inicio de la pista, justo en el lado contrario a la entrada de la pista de Puyeta. Ya en la entrada y pese a que siempre había estado bien ese tramo, se notaba algo de mejora.



Las vistas del Barranco de Santiago nos dan idea del monte que nos rodea nada más salir de casa. El avance por la pista es rápido y pronto me planto en lo que antes era una incómoda trocha.




La nueva pista discurre justo por donde iba la trocha antigua y finalmente se alarga en un corto e intenso repecho hasta el mismo cerro de Calveira. Como lo peor de la trocha era el piso irregular y la sorpresa de alguna piedra escondida entre la hierba, ahora la nueva pista evita los inconvenientes y el disfrute por la comodidad del tránsito es grande.





Tras el último repecho comentado me planto en el cerro de Calveira donde el cierzo se deja notar y, mientras la cabecera del valle tiene muy mala pinta, la mirada hacia el sur ofrece un aspecto bastante más despejado.




Al volver y pasar por la Loma Malcarau decido bajar por el camino. No resulta tan cómodo como la pista recién estrenada pero si tan entretenido como siempre, aunque alguna curva se atragante.




Al empezar a bajar observo que las máquinas también han entrado un tramo por el camino, de forma que casi hasta la Loma Curro, el camino se ha transformado en una pequeña trocha.




Después de pelearme con las piedras, las curvas cerradas y algún que otro pino me planté en el puente de Zaburría casi sin darme cuenta.



La vuelta me permitió disfrutar del rato matutino que disponía y llegar a la hora justa de comer a casa pese al primer imprevisto, que por suerte se convirtió en único.




martes, 15 de julio de 2014

Zabalcoch-Zuriza. Valle de Ansó

El domingo Elia se levantó tarde. Había estado disfrutando el día anterior en las fiestas de Fago y se había acostado también tarde. Pero se levantó con ganas de ir al monte y rápidamente nos pusimos en acción. Subimos con el coche hasta Zabalcoch y de ahí tomamos el camino hacia Maidoguí.



Eran las once de la mañana cuando empezamos a caminar y el día prometía. Llevábamos abundante ropa de abrigo, ya que los días anteriores habían sido bastante frescos. Mientras Elia no paraba de quitar ramas y palos del camino me contaba lo bien que se lo había pasado el día anterior en Fago. Desde sus bailes acordes al disfraz de hawaiana con el que me recibieron ella y sus amigas cuando la fui a buscar por la noche, hasta el "rapel volao" que montaron Gerardo y Jon con una grúa y con el que disfrutaron de lo lindo todos los niños que allí acudieron.





Sin parar de hablar, cuando nos dimos cuenta estábamos en la loma Paulín y el sol apretaba pero a cambio ya habíamos ganado altura y el aire estaba presente, lo justo para que fuera agradable. Desde allí nos dirigimos hacia la fuente del codero de Archincha. Lugar que tuvo su sitio en la prensa, hacia el año 1970, por haberse encontrado el cuerpo de un oso muerto. Mientras le contaba esto a Elia, alcanzamos la fuente y justamente al llegar oímos un chapoteo y observamos el agua turbia y un salpicado reciente sobre las piedras e inmediatamente Elia dijo: "igual era el oso". Le comenté que el 1970 había pasado hacía muchos años y lo más fácil es que se tratase de algún jabalí sediento y se quedó tan conforme. 




Una vez echado el trago de agua de rigor, nos adentramos hacia el codero de Archincha. Lugar aislado donde reina una tranquilidad fuera de lo normal. Allí nos sorprendió Manolo, que iba corriendo aprovechando la mañana tan buena que había salido.




A partir de ese momento nos adentramos en una senda espectacular. Si se hiciera una clasificación de sendas del Pirineo, a buen seguro que esta disfrutaría de un lugar destacado. La senda se abrió por primera vez en el verano de 1974 y solo hasta alcanzar el circo de Tresveral y por motivos de caza. Pero los que allí estuvieron trabajando, se dieron cuenta de que no eran los primeros que pasaban por esos escarpes a tenor de la cantidad de cepos y lazos que iban encontrando por el camino. Hoy la senda continúa hasta Zuriza utilizando antiguas trochas de sacar madera de Tresveral y rompiendo el estrecho de la cleta de Zuriza como se puede, eso sí, señalizado y con abundante uso.




Elia estaba un poco mosqueada porque en los tramos en los que nos encontrábamos no le dejaba correr por el camino y más después de haber visto a Manolo. Le explicaba que había que pasar con cuidado, realizar trepadas y no se podía fallar, ya que una caída en según que sitios podía tener malas consecuencias. Mientras le comentaba esto escuchamos unas voces que venían de arriba, pero, ¿cómo podía ser?, si  yo le había dicho que no había otra posibilidad de paso. Solo se podía pasar por donde estábamos pasando. Echando la vista hacia donde se oían las voces descubrimos el secreto y entonces a Elia ya no le interesaba correr, solo quería escalar.




Las trepadas le convencían mientras avanzábamos y me decía que aunque no estuviéramos subiendo ningún pico esta excursión le estaba "molando".




Al entrar en el bosque de Tresveral, dejando atrás las fajas colgadas le dije que era el momento de correr si quería. El resultado fue que pasamos el tramo de bosque en un pis-pas. Ella controlaba las series de dos minutos corriendo y treinta segundos andando. Cuando pensaba que me estaba haciendo alguna trampilla con las rampas me sorprendió el arranque que tuvo para salvar la Cleta de Zuriza. Una de las pendientes más fuertes del recorrido se la tragó a la carrera y eso que era el final del recorrido y después de unas fiestas, ???.




Llegamos al Camping de Zuriza justo a la hora de comer y compartimos mesa con los compañeros del Club Linza que venían de realizar una de sus habituales salidas, esta vez a la Paquiza de Linzola. La comida era buena, el ambiente también, nos atendieron muy bien y Elia contaba el camino que había realizado y lo bien que se lo había pasado el día anterior en las fiestas de Fago.