lunes, 19 de febrero de 2018

Pico Gorreta con esquís de travesía. Ansó

Ayer domingo, 18 de febrero, quedamos en Ansó Rubén, Miguel, Pablo y yo para ir a esquiar. El sábado por la tarde contacté con Pablo solo para saber a qué hora quedábamos ya que estaba entretenido echando unos vinos con la cuadrilla. Así que hasta que no nos encontramos por la mañana no sabía donde íbamos a echar los cuartos.





La "meteo" había cambiado algo y se pronosticaba un empeoramiento para después del mediodía, así que, aunque en un principio sonaba el Anie, finalmente decidimos no salir del valle para ganar tiempo ya que no habíamos quedado muy temprano.




Dejamos los coches en la Fuente de los Clérigos y arrancamos en dirección al Pico Gorreta por una fina capa de nieve reciente sobre una base dura.




Antes de llegar a la Foya de Gamueta, observamos como la nieve de las laderas del Chinebral se había movilizado como es habitual y habían dejado un buen rastro de aludes y coladas.




Mientras subíamos, nos íbamos encontrando con bastante gente por la zona, pero la mayoría se dirigían hacia el Chinebral de Gamueta por las múltiples variantes que ofrece para subir o para bajar.




Hacia la mitad de la canal que asciende al Collado de la Gorreta, y en un buen resguardo, decidimos pasar al "modo alpino", ya que la mezcla de nieve reciente con la base dura no nos aguantaba lo suficiente para avanzar cómodamente con los esquís.




Los crampones nos permitieron avanzar cómodamente y con seguridad. Cada vez se nublaba un poco más, pero aún nos dejaba disfrutar de las vistas que teníamos.




Jugamos un poco en un paso entretenido para remontar hasta el Pico Gorreta disfrutando con las trepadas, pero cuando saltamos a la parte final nos dimos cuenta de que no podíamos perder tiempo para bajar con visibilidad, aunque confiábamos en que nos dejara disfrutar al menos la pala tan maja, y que a mi tanto me gusta, que tiene el pico.




No fue así. Y en un pis-pas se echó a nevar,... ¡sálvese quien pueda!. No se veía ni torta, tanto es así que me pegué un par de chufones como pocas veces, por desequilibrios tremendos que me hacían moverme cuando estaba parado y pensar que estaba parado cuando aún estaba en movimiento. Uf, que sensación mas mala y que no había notado tanto desde hacía tiempo,...¿tendrían que ver algo los vinos del día anterior?.




Poco a poco fuimos bajando y la nieve pasó a ser lluvia. Llegamos a los coches y nos acercamos al Refugio de Linza para templarnos un poco. En la bajada, Miguel reconoció a Isa y Rober y los seis comentamos las mejores jugadas en el Refugio de Linza, con una conversación de lo mas agradable. 
La charrada con esta pareja tan maja adornó el día que se había quedado un poco cojo por el cambio de tiempo repentino.










sábado, 10 de febrero de 2018

Circular con raquetas de nieve desde Linza, Ansó. Achar del Caballo-Paso del Oso

Ayer, viernes por la mañana, se pronosticaba meteorológicamente una ventana de buen tiempo. No sé porqué, pero me apeteció coger las raquetas y dar un paseo por Linza.




Los casi 12 grados bajo cero de mínima tomados en el Refugio de Linza permitían mantener la nieve en unas condiciones inmejorables para disfrutarla.




Arranqué hacia el Achar del Caballo mientras el sol no terminaba de apoderarse de la situación. El bosque estaba impresionante y se combinaba a la perfección con el silencio reinante.




Decidí apartarme un poco del bosque y lo que veía tampoco defraudaba. Las acumulaciones de nieve provocadas por el viento habían formado relieves curiosos y llamativos.




De vuelta al bosque, parecía que el sol iba ganando la partida y ofrecía otra visión diferente de las hayas a la que había tenido hasta ese momento.




La llegada al Paso del Oso me ofreció otro entretenimiento. Estuve un buen rato viendo a unos sarrios como pacían tranquilamente. Parecía que sabían que no les iba a hacer nada, miraban y volvían a lo suyo sin molestarse. Aunque no estaban lejos, la muralla rocosa que nos separaba les daba esa confianza,...creo.




Después de un buen rato de observarlos, decidí continuar con el paseo. Aunque aún estaba el sol y el viento, que aunque no había sido fuerte, prácticamente había parado, unos copos empezaron a caer no sé de donde, pero redondeaban un ambiente que no había buscado pero que allí estaba.




Poco duró la nieve, así como llegaron los copos, se esfumaron. El astro rey quería ganar la partida y luchaba por imponerse entre las nubes poco definidas.




Ya de bajada no me cansaba de mirar a todos los lados y disfrutaba con lo que veía como si fuera la primera vez que lo hacía, me encantaba. No llego a entender muy bien como algo tan conocido tiene semejante poder de llamar la atención de manera permanente...????




De vuelta hacia Linza, volví a buscar el Achar del Caballo entre sol y nubes de nuevo. 



Una mañana de pasarlo en grande por el monte disfrutando de la nieve, del frío, de los sarrios, del sol, de las nubes, del bosque, de las praderas, de las vistas,....uff, ¡cuanta cosa,... y antes de comer!